domingo, 12 de diciembre de 2010

Un inesperado recorrido por el Museo de las Ligas Negras

Esta es más que una de mis notas favoritas. Es una de las experiencias más conmovedoras que he vivido en la pelota, por tener la suerte de poder viajar a cubrir beisbol a través de Venezuela y el extranjero. La nota es, en realidad, una edición de El Emergente escrita en 2004, tras conocer en la ciudad de Kansas City el Museo de las Ligas Negras



Apenas uno cruza los torniquetes, que recuerdan los estadios de antaño, aparece la figura en bronce del legendario inicialista y manager de los Monarcas de Kansas City, primer coach negro en las grandes ligas y figura tan respetada por sus logros, que fue una de las celebridades presentes en el terreno del Kauffman Stadium el día inaugural de esta temporada.

La estatua de O´Neill es la primera imagen que uno encuentra al entrar al Museo de las Ligas Negras de Beisbol, una inesperada y agradable sorpresa que hallamos en este viaje a las mayores.

"Todo está aquí, construido para simular los antiguos parques donde se jugaban las ligas negras", explicó Bob Kendrick, un apasionado ejecutivo que, con mucha razón, esta enamorado del museo.

Kendrick, director de Mercadeo y asistente del director ejecutivo Don B. Motley, nos acompañó en un mágico recorrido de casi dos horas que todo aficionado a la pelota tiene que gozar alguna vez en su vida.

Uniformes, pelotas, aperos de receptor, bates, algunos con 100 o más años, aparecen en cada esquina, así como fotografías, relatos sobre protagonistas y eventos, recortes de prensa de aquellas épocas, procedentes, eso sí, de diarios negros o latinoamericanos.

Porque el Museo de las Ligas Negras es un testimonio de la absurda segregación que durante un siglo o más sufrió la comunidad afroamericana en su propio país, un cáncer que en Venezuela nos resulta desconocido porque, como dijera alguna vez cierto ministro gomecista, “todos somos café con leche, sólo que unos con más café y otros con más leche”.

En Estados Unidos, durante ese tiempo de injusticias, los grandes periódicos como el Chicago Tribune apenas llevaron en sus páginas unas escasas líneas sobre los circuitos negros, pese a que sólo en la Ciudad de los Vientos existieron al menos tres célebres escuadras: American Giants, American Bombers y Union Giants.

Una malla de gallinero se yergue frente a la imagen de Buck O’ Neill, cuya estatua aparece en actitud de observación detrás del home plate.


Porque la vista que se abre ante los visitantes es la de un diamante donde aparecen 10 antiguos astros inmortalizados en bronce, metálica imitación de una imposible fotografía de un dream team prieto, con Satchel Paige a la cabeza, sobre el montículo, y el cubano Martín DiHigo al bate.

“Hasta la reja de gallinero está aquí con un sentido: que el público pueda ver el terreno de la misma forma que los aficionados negros, que en los estadios de grandes ligas no podían sentarse junto a los blancos y, en cambio, estaban separados de ellos por estas mallas", señaló Kendrick. "No podemos entrar allí todavía. Sólo al final del recorrido será posible. El diseño es así, porque primero hay que aprender".

Empieza así un camino a través de lo que parece un laberinto y que en realidad es un viaje al pasado para conocer la ilusión, sufrimiento y esfuerzo de centenares, miles de peloteros “que jugaron casi gratis, por puro amor al beisbol, que viajaban a Latinoamérica para ser tratados como héroes y regresaron a su país para volver a ser ciudadanos de segunda" .

Cap Anson está allí. Fue el inmortal pelotero y dirigente quien, a finales del siglo 19, tuvo la infamia de proponer la segregación de los jugadores negros, que los había, aunque pocos (Fleet Walker, no Jackie Robinson, fue el primero de todos en las grandes ligas, en 1878, con el Toledo, de la Asociación Americana).

Nació así un pacto no escrito que entre 1887 y 1947 mantuvo fuera de las mayores a un sinnúmero de talentos beisbolistas con el visto bueno de otro inmortal, el comisionado Ken Landis. “Si no hubiera existido tal cosa, la historia del beisbol sería otra’ ’, advirtió Kendrick en un alto.

¿Imaginan ustedes si el camarero John Henry Lloyd, el más completo pelotero a los ojos de Babe Ruth y Honus Wagner, hubiera defendido a los Yanquis de Nueva York y no a los Brooklyn Royal Giants, por ejemplo?

¿O si Joshua Gibson, el llamado Babe Ruth negro, único ser humano que sacó un batazo del Yankee Stadium, hubiera debutado con los Piratas de Pittsburgh y no con los Homestead Grays?

Fueron 6 ligas y 73 equipos, imaginen cuánto talento sin posibilidad de mezclarse con sus colegas blancos. Porque había exhibiciones donde topaban las Estrellas de Satchel Paige contra las Estrellas de Dizzy Dean, pero no permitían que Paige y Dean jugaran en el mismo equipo. Todavía menos en la misma liga.

Fotos del primer juego nocturno desmienten la historia oficial, que asegura, malamente, que la luz artificial empezó a usarse en los deportes profesionales en 1935, durante un choque entre los Rojos de Cincinnati y los Cardenales de San Luis. Mentira.

Fue en 1930, en las Ligas Negras.

También está la fotografía de J.W. Williamson, único blanco fundador-propietario de un equipo de ligas negras. Sobresalen enormes retratos de las tribunas, con gente de todas las razas departiendo en armonía, en lo que nuestro grato guía declaró como “el único lugar donde la segregación realmente no existía".

Está allí un anillo de Archie Ware, ganado en un torneo en Venezuela con un equipo que probablemente Javier González, historiador y alma del Museo y Salón de la Fama del Beisbol en Valencia, podría ayudarnos a averiguar.

Y Cool Papa Bell, el outfielder contra quien se rehusó a correr el velocista campeón olímpico Jesse Owens.

Y la formación completa de los Pittsburgh Crawfords, “el mejor equipo de todos los tiempos" (¿mejor que los Yanquis del 27, los Atléticos del 31, los Rojos del 75?), con sus cinco integrantes de Cooperstown a bordo.

Y Toni Stone, intermedista de notables habilidades defensivas, una de las tres mujeres que jugaron en las Ligas Negras.

Y Hank Aaron, Minnie Miñoso, Larry Doby, Roy Campanella, Willie Mays, Ernie Banks y todos los astros grandeligas que previamente actuaron en las ligas negras.


Al final de todo el recorrido, apareció otra vez Buck O’ Neil, ya no inmortalizado en bronce, sino en carne y hueso, con 92 años de edad y la admiración de todos los que se acercaron a saludar su inesperada y grata presencia a la salida del museo, este lugar imprescindible para todo amante del beisbol que se esconde en el corazón de Kansas City.

3 comentarios:

  1. MAGNÍFICO... MAGNÍFICO... SEGUIRÉ ESCRIBIENDO SOBRE EL TEMA... YA COMPARTÍ EL SITIO EN MI TWITTER... Y LO HARÉ TAMBIÉN EN MI COLUMNA. ABRAZOS.

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  2. MAGNÍFICO... MAGNÍFICO... SEGUIRÉ ESCRIBIENDO SOBRE EL TEMA... YA COMPARTÍ EL SITIO EN MI TWITTER... Y LO HARÉ TAMBIÉN EN MI COLUMNA. ABRAZOS.

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